Centro de Estudios de la Academia de Guerra

Pandillas, crisis política y emergencia social

Haití atraviesa una de las peores crisis de su historia reciente, marcada por el control de pandillas sobre la capital –Puerto Príncipe-, la violencia extrema, el colapso de los servicios básicos y una grave crisis humanitaria. La comunidad internacional aumenta la presión para intervenir y reforzar la ayuda, pero la situación en terreno sigue deteriorándose, con miles de muertos y desplazados, y una población atrapada entre la inseguridad, el hambre y la falta de perspectivas.

Orígenes y colonización

La isla La Española fue colonizada por Cristóbal Colón a fines del siglo XV, sin embargo, en 1697 España cedió la parte occidental del territorio a Francia, y la convirtieron en la colonia Saint-Domingue (actual Haití), mientras que la Corona Española mantuvo el control del resto de la isla (actualmente República Dominicana). Con el paso de los años la población isleña pasó a conformarse mayoritariamente por africanos, quienes fueron llevados como esclavos para trabajar las tierras, donde se cultivaba caña de azúcar y café.

Posterior a la Revolución Francesa, estalló una rebelión de esclavos liderada por figuras como Toussaint Louverture y Jean-Jacques Dessaline en 1791 – considerada la única revolución de esclavos exitosa en la historia moderna y que dio paso a la expulsión de los franceses del territorio. Posteriormente, Haití declaró su independencia en 1804, convirtiéndose en el segundo país independiente de América, después de Estados Unidos.

La independencia supuso la abolición de la esclavitud y el fin del dominio colonial francés, pero también el aislamiento internacional, ya que potencias como Francia y Estados Unidos se negaron a reconocer al nuevo Estado gobernado por ex esclavos. Recién en 1825, Francia reconoció la independencia de Haití, a cambio de una indemnización de 150 millones de francos, una carga financiera que lastró la economía haitiana durante generaciones, prolongando el aislamiento internacional, lo que dificultó su desarrollo económico y político, además de dejarlo vulnerable a crisis internas y presiones externas.

Figura N°1 Batalla de Vertières, 18 de noviembre de 1803, último enfrentamiento durante la Revolución haitiana.
Los esclavos liberados vencieron a las fuerzas expedicionarias de Napoleón Bonaparte
Nota: Política Exterior, 2024

Inestabilidad política y social

A lo largo del siglo XIX y XX, Haití vivió numerosos golpes de Estado, dictaduras, ocupaciones extranjeras (como la de Estados Unidos entre 1915 y 1934) y crisis políticas recurrentes. Las débiles instituciones políticas de Haití han facilitado la corrupción y la impunidad, y su vulnerabilidad ante desastres naturales han exacerbado la pobreza y la desigualdad, convirtiéndolo en el país más pobre del hemisferio occidental.

Entre los años 1957 y 1986, gobernaron bajo una dictadura padre e hijo: François Duvalier y Jean-Claude Duvalier. Este gobierno fue marcado por la corrupción que vació las arcas del país, y las políticas represivas dejaron cerca de 30.000 muertos y desaparecidos (Rosas, 2024). En 1986, Jean-Claude Duvalier tuvo que exiliarse en Francia debido a las masivas y violentas protestas que ocurrieron en la capital, terminando así el periodo más largo de gobierno que tuvo Haití, después de la independencia.

Desde 1986 a la fecha, Haití ha tenido numerosos presidentes interinos y provisionales, en total 18 jefes de Estado; 13 de ellos han gobernado menos de un año,  muchos de los cuales han dejado el cargo bajo presión política, militar o por inestabilidad institucional, marcando una constante crisis en el país y la intervención de organizaciones internacionales para intentar estabilizar Haití, como es el caso de la ONU con su misión de estabilización MINUSTAH, de la cual Chile formó parte entre 2004 y 2017.

Figura N°1 Jefes de Estado de Haití entre 1957 a 2024. Nota: BBC, 2024.

La última crisis haitiana inició el 7 de julio de 2021, cuando su presidente Jovenel Moïse fue asesinado a tiros en su residencia en las afueras de Puerto Príncipe. Su muerte provocó un vacío de poder que permitió a grupos armados tomar el control de gran parte del país. Esto ha ido escalando y se estima que en la actualidad más del 80% de la capital (Puerto Príncipe) está siendo dominada por las bandas criminales, lo que ha sido potenciado por la escasez de fuerzas policiales y militares, agravando la crisis humanitaria.

Derivado de lo antes descrito, Ariel Henry asumió de forma interina el poder, viéndose obligado a renunciar en 2024, debido al aumento de las protestas y la crisis política. Por tanto, Haití no cuenta actualmente con un gobierno formal en el sentido tradicional: desde 2021 no cuenta con presidente, y desde 2023 carece de funcionarios electos y de un parlamento activo. Así, el país está gobernado por un consejo presidencial de transición, cuyos miembros no han sido elegidos por voto popular, sino que designados tras negociaciones políticas y bajo presión internacional, especialmente después de la renuncia del primer ministro Ariel Henry (International Crisis Group, 2025).

Fuerzas Armadas y de Seguridad en Haití

El ejército haitiano fue disuelto en 1995, luego de ser derrocados del poder que mantenían por la fuerza desde 1991. En ese entonces, el reinstaurado presidente Jean-Bertrand Aristide[1] tomó la decisión anterior, basada en el papel desestabilizador que jugó el ejército en la política haitiana. La Asamblea Nacional creó nuevas fuerzas de seguridad civil, principalmente la Policía Nacional de Haití, para encargarse de la seguridad interna, mientras que la Guardia Costera asumió funciones marítimas, todo ello con el apoyo de Estados Unidos y las Naciones Unidas.

Con esto, Haití permaneció sin ejército durante más de dos décadas y dependió de misiones de paz de la ONU para mantener el orden y la estabilidad. En 2017, Haití inició la reconstitución oficial de sus Fuerzas Armadas. La nueva fuerza inicialmente estuvo compuesta por 150 soldados entrenados por las Fuerzas Armadas de Ecuador, teniendo como objetivo principal la seguridad fronteriza. Esta reconstitución respondió a la necesidad de recuperar la soberanía nacional, mejorar la seguridad interna y cubrir el vacío que fue dejado por la reducción progresiva de las fuerzas de paz de la ONU en el país[2].

Actualmente, se encuentran en un proceso “acelerado de fortalecimiento y modernización” ante la grave crisis de inseguridad que atraviesa el país. Cuentan con alrededor de 2.000 efectivos activos, principalmente en el ejército y el cuerpo de aviación, mientras que la marina aún está en formación. En noviembre de 2024, Haití inauguró una nueva base militar en Puerto Príncipe, con capacidad para albergar a unos 2.000 soldados, lugar donde se tiene intención de formar a 2.500 nuevos reclutas en los próximos meses, como parte de un plan para aumentar la fuerza hasta 20.000 efectivos en cinco años, con un ritmo de 4.000 reclutas anuales (Hernánez, 2024). Este plan busca convertir a las Fuerzas Armadas en una institución sólida que complemente a la débil policía nacional frente a la violencia de las pandillas.

[1] Jean-Bertrand Aristide es un político y sacerdote salesiano haitiano, conocido por ser el primer presidente elegido democráticamente en la historia de Haití en 1991.

[2] Se retiraron oficialmente el 15 de octubre de 2017.

Figura N°3 Soldados del nuevo ejército haitiano patrullando las calles. Nota: Swissinfo, 2025.

Por otra parte, el ejército haitiano recibe apoyo internacional para su capacitación y equipamiento, destacando la cooperación con Francia, que ha entrenado contingentes haitianos en Martinica[3] y reafirmado su compromiso con la modernización militar y policial.

También se han enviado tropas a Haití para apoyar la seguridad y combatir la violencia de las pandillas, principalmente a través de la Misión Multinacional de Apoyo a la Seguridad (MMAS), liderada por Kenia bajo el aval de Naciones Unidas. Entre los Estados que han desplegado fuerzas se encuentran Guatemala, Jamaica, Belice, Bahamas y El Salvador.

[3] Martinica es una isla francesa ubicada en las Antillas Menores del Caribe. Alberga el comando de las Fuerzas Armadas de Francia en las Antillas (Forces Armées aux Antilles), que incluye unidades del ejército, la marina y la fuerza aérea, con más de 1,000 efectivos permanentes desplegados en la isla.

Misión de paz: MINUSTAH

La Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití (MINUSTAH) fue establecida el 1 de junio de 2004 por el Consejo de Seguridad de la ONU para restaurar la estabilidad tras el derrocamiento del presidente Jean-Bertrand Aristide y el conflicto armado que se extendió por el país. La misión incluyó crear un entorno seguro, apoyar el proceso político, fortalecer las instituciones gubernamentales, promover el estado de derecho y proteger los derechos humanos.

Chile desempeñó un papel destacado en las misiones de paz en Haití, participando tanto en MINUSTAH, como en la Fuerza Multinacional Provisional para Haití (MIFH). Durante casi 13 años, Chile desplegó más de 12.000 efectivos de sus Fuerzas Armadas, en el denominado Batallón Chile, que incluyó además del Ejército, a miembros de la Armada, Fuerza Aérea, Carabineros y Policía de Investigaciones de Chile, con presencia en ciudades clave como Puerto Príncipe y Cabo Haitiano. Durante sus años de operación incluyó compañías de infantería mecanizada, fuerzas especiales y apoyo logístico, además de personal de apoyo y observadores (Arredondo, 2018), entre otros.

Figura N°4 Tropas chilenas en Haití con cascos azules, representante de la misión de paz de la ONU.
Nota: El Mercurio, 2012

Chile asumió un compromiso político y militar significativo para apoyar la estabilidad, la seguridad y la protección de los derechos humanos en Haití, demostrando capacidad para operar en escenarios internacionales con recursos propios. En abril de 2017, Chile finalizó su participación militar tras 13 años ininterrumpidos, realizando una ceremonia de cierre en Cabo Haitiano y retirando sus tropas y equipamiento con medios propios, destacando la cooperación internacional y el legado de experiencia adquirida. Esta misión fortaleció la proyección internacional de Chile y su compromiso con la paz y la estabilidad regional.

Bandas criminales

A partir de febrero de 2024 se marcó un cambio en el patrón de violencia de Haití, después de más de tres años de confrontaciones brutales entre pandillas por el control territorial, la mayoría de las bandas criminales unieron fuerzas y, bajo la coalición llamada Viv Ansanm liderada por Jimmy Chérizier[1] (alias Barbacoa), lanzaron ataques coordinados y simultáneos contra múltiples objetivos estratégicos en Puerto Príncipe. Atacaron el aeropuerto internacional Toussaint Louverture, los principales puertos, junto con una docena de comisarías de policía, hospitales, el palacio presidencial y otros edificios públicos. Además, asaltaron las dos cárceles más grandes del país, liberando a más de 4.700 presos, incluidos varios colombianos vinculados al asesinato del expresidente Jovenel Moïse.

Los líderes de las pandillas han intentado presentar la violencia como parte de una misión política, anunciando que se habían unido para forzar la renuncia del primer ministro Ariel Henry, en lo que describió como la primera fase de una lucha autoproclamada para romper el dominio de los oligarcas haitianos sobre el poder. En las semanas siguientes, estas pandillas se opusieron al proceso de formación del gobierno acordado en la cumbre de Jamaica y exigieron participar en cualquier esfuerzo para resolver la crisis política del país (International Crisis Group, 2025).

[1] Ex policía haitiano y líder paramilitar que se ha convertido en uno de los principales jefes de pandillas en Haití, se ha consolidado como un actor clave en la violencia que azota el país, liderando ataques, masacres, bloqueos y liberaciones masivas de presos, y controlando aproximadamente el 80% de Puerto Príncipe a través de su coalición de pandillas.

Figura N°5 En el frente Chérizier, líder principal del movimiento unificado de las pandillas en Puerto Príncipe.
Nota: CNN, 2024

Mientras en la capital haitiana intentaban abrirse al ámbito político, las pandillas de las otras regiones del país fueron expandiéndose, atacando y tomando el control de varias localidades estratégicas a lo largo de las principales vías nacionales. En mayo del 2024, miembros de la pandilla Grand Ravine invadieron la comuna de Gressier, ubicada a unos 20 km al oeste de la capital, extendiendo su dominio sobre la carretera que conecta Puerto Príncipe con el sur del país.

Posteriormente, la pandilla 400 Mawozo atacó las localidades de Ganthier y amenazó con tomar Fonds Parisien – ambos asentamientos situados en la carretera nacional que une la capital con República Dominicana. Entre mayo y

septiembre de 2024, también se registraron ataques hacia Cabaret y Arcahaie, dos pueblos al norte de Puerto Príncipe, así como en partes del departamento de Artibonite, incluyendo la comuna de Terre-Neuve.

La toma de Gressier por parte de Grand Ravine se caracterizó por incendios de vehículos, ataques a viviendas e infraestructura, y la pérdida del control de la estación policial local, tras lo cual la policía fue incapaz de repeler a las pandillas debido a la falta de recursos y personal. Este ataque provocó un éxodo masivo de civiles, sumándose a más de 360.000 haitianos desplazados internamente por la violencia (Exil, 2025).

Estas acciones reflejan la estrategia de las pandillas de consolidar y expandir su control sobre rutas clave que conectan la capital con el sur y la frontera dominicana, dificultando la movilidad, el comercio y la presencia estatal en esas zonas.

Crisis humanitaria, el éxodo masivo de haitianos y la inmigración a Chile

Según la Organización Internacional para las Migraciones y la ONU, más de un millón de personas fueron desplazadas internamente en Haití durante 2024, cifra que se triplicó respecto al año anterior, cuando había alrededor de 315.000 desplazados (Exil, 2025).

Hasta 2020, se estimaba que alrededor de 1.7 millones de haitianos vivían en el extranjero, lo que representa aproximadamente el 15.65% de la población haitiana (Zorrilla, 2024). El principal receptor de migrantes haitianos ha sido República Dominicana, con entre 500.000 y un millón de haitianos, muchos en

situación irregular. Hasta octubre de 2024 se habían deportado 55.000 haitianos desde Republica Dominicana, y para inicios del 2025 ya llevaban más de 180.000, todo esto como parte de un endurecimiento de las políticas de inmigración dominicana, donde implementaron un plan para deportar hasta 10.000 personas a la semana, y que han endurecido con los meses, llegando a expulsar a más de 400 individuos durante uno de los días en abril pasado, incluyendo a mujeres embarazadas y niños. Hacia el 5 de mayo de este año, el departamento de Migración de Republica Dominicana sumó 119.000 los deportados; un 71% más que en iguales meses del 2024 (Migración, 2025).

En el caso de América del Sur, Brasil y Chile han recibido un número creciente de migrantes haitianos, especialmente tras el terremoto de 2010. Por ejemplo, en Chile la población haitiana creció de 1.649 en 2014 a casi 188.000 en 2025 (regularizados). Durante 2025, han llegado al país varios vuelos con ciudadanos haitianos, principalmente menores de edad bajo el programa de reunificación familiar, así como adultos, lo que indica que la población haitiana ha continuado en aumento a raíz de la crisis ya descrita (Cooperativa, 2025).

En la actualidad la situación humanitaria es crítica en Haití, la inseguridad ha obligado al cierre de 39 centros de salud y más de 900 escuelas en Puerto Príncipe, las cuales han sido usadas para ubicar a los desplazados; además, se estima que más de dos millones de personas estarían sufriendo desnutrición.

Conclusiones

La división social, la debilidad institucional y la pobreza estructural han marcado la historia contemporánea de Haití.

En la práctica fue bastante difícil lograr los objetivos propuestos por la ONU, aun cuando se estima que participaron más de 20.000 efectivos militares de diferentes países como Brasil, Colombia, Chile, Estados Unidos, España, Francia, Jordania, y Pakistán, entre otros; los esfuerzos realizados durante 13 años para estabilizar al país fueron medianamente en vano, ya que desde el 2021 la crisis política y social ha ido en aumento. Lo anterior, se podría explicar en la teoría de paz del noruego Johan Galtung, donde la paz positiva se lograría una vez que se interviene sobre la violencia directa (manifiesta y visible), la estructural (arraigada en aspectos sociales, económicos y políticos) y la cultural (basada en aspectos culturales que legitiman o justifican las dos anteriores). Pues bien, en Haití ha fallado profundamente la gestión de esta última. Como contraparte de Haití, han existido casos con mejores resultados en la búsqueda de una paz positiva (aunque no perfecta) como son los de Camboya, El Salvador y Guatemala, entre otros que la ONU declara como exitosos.

El conflicto interno se proyecta a que aumente aún más la crisis humanitaria en un corto plazo, con la agudización de la violencia a raíz de la imposibilidad de las Fuerzas Armadas y la Policía de controlar la situación, descansando las posibles soluciones a la problemática en la voluntad de cooperación internacional, de la mano con una intervención. Para nuestro país, la situación es compleja, ya que el aumento de la migración haitiana generará repercusiones internas, pudiendo además instrumentalizarse para la comisión de ilícitos de las mismas bandas criminales que gobiernan Haití.

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